jueves, 17 de agosto de 2017

Como irse de viaje



No hubo Virgen de Guadalupe, ángel de la guarda ni San Antonio que pudiera confortar un corazón tan atribulado. Quiso que fuera posible lo imposible, pero la razón y la ciencia pudieron más que el sentimiento, la decisión y el sentido. Sofocado, se desconectó. Dejó de reconocerse. Se perdió. Se dejó en suspenso y se aventuró fuera de sí. Buscando su propio Dios. Un fundamento para su propia vida. Reclamó más aire y más luz. Salvarse de la nada y de los días iguales a los días. Hasta que al fin comenzó a extrañarse. Sus hábitos, sus pasiones y todo aquello que lo hacía vibrar. Latir al compás del universo. Mirarse en el espejo. Vivificar el alma. Recordar por qué se vive y comprender por qué se muere. Y se dio cuenta que no se había ido a ningún lado. Que siempre estuvo ahí, aunque dormido de miedo y confusión. Se reencontró, se miró y se vio. Casi como si fuera un viejo amigo. Con la misma esencia, las mismas pasiones, pero más vivo.  Ahora, con la sensibilidad aguzada.

3 comentarios:

  1. Gracias jorge por seguir visitando este espacio y notarlo. En cualquier momento volverán... Le mando un beso.

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  2. La leo siempre, Flora. Que ande bien. Un abrazo.

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