lunes, 15 de enero de 2018

Amores con vida propia



Las luces estaban apagadas. Las puertas cerradas. Las estrellas escondidas bajo un tormentoso y sombrío cielo. Una noche de enero, la oscuridad se iluminó con la fuerza del destello de un relámpago. Neptuno y Lunara sintieron celos al ver una fuerza magnética más poderosa que la suya. Las corrientes del Río de la Plata se les rebelaron. Las náyades se vieron desafiadas y el oleaje las estremeció. Era uno de esos amores que tienen vida propia. Que son encontrados sin esperar. Casualidad o predestinación. Esos, los que pueblan las noches y  mares de magia. Se cuelan sin preguntar. Se salen del guión. Sorprenden y conmueven.  Alinean los planetas si se les permite. Abrazan el alma. La descosen, la desarman y la vuelven a armar. La traen de vuelta entre cuentos y té de frutos rojos. Su paz aquieta los miedos. Su seguridad disipa las incertidumbres. Su paciencia y serenidad encuentra luz en las sombras más apabullantes. Y además la hace brillar. Son esos que depuran y cambian el tiempo. Su contención encuentra una cura para cada dolor. Prueban y fortalecen los corazones que los perciben como una  gracia divina.  Los aceptan como el milagro que son y los dejan navegar a su ritmo. Casi como si tuvieran vida propia.

3 comentarios:

  1. Ya soy su fan, Flora. Me alegro que haya vuelto a escribir. Un abrazo y feliz año.

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    1. Muchas gracias jorge por su compañía y su estímulo. Cariños y un gran año para ud también!

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