sábado, 24 de diciembre de 2016

Neurociencia



Sostiene que el amor atraviesa los mismos circuitos cerebrales que el chocolate y la cocaína.  Que activa las hormonas y neurotransmisores del placer.  Esto lo hace  obsesivo e irracional casi necesariamente. Recorre un viaje entre el placer de vivirlo y el dolor de su ausencia. Platón sin embargo, lo ubicaba en el corazón, pero con el mismo poder embriagador y compulsivo. Con las mismas alteraciones químicas, emocionales y espirituales. Un sueño febril generado por una combinación de oxitocina, dopamina y norepinefrina. Que inducen un estado de conciencia alterado clínicamente verificable.  Hacen sentir que hay algo mucho más grande y trascendente que nosotros mismos y nuestras preocupaciones sobre la existencia. Una noción de que hay algo que nos excede o nos rebalsa.

Ahora entiendo por qué no ha resultado sencillo dejarme alcanzar por Cupido. Necesito seguridad y confianza sin reparos para liberar oxitocina. O viceversa. Todo se reduciría a eso. Implicaría menos control personal, más relajación y apoyo en un otro. Altamente improbable. Gracias neurociencia por la ilustración.

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