¿Hasta cuándo uno se puede
relajar? Descansar en alguien. Confiar de corazón. Hasta que se da cuenta que
eso no existe, que es imposible . Que nadie va a tener más amor y cuidado con uno que
uno mismo. Que nadie va a conocer mejor a un niño que una madre atenta.
Que ninguna empresa va a estar mejor orientada sino por la persona que la ideó y
que la forjó. No existe delegar las
cosas importantes. No existe relajarse y dejarse conducir. No existe abrirle el
corazón por completo a una persona. Ahora entiendo a un amigo hippie que una vez
me dijo que “siempre hay que guardar algo para uno”. A mi me sonó espantoso en
su momento. Como el anti-amor. Ahora creo que tenía razón. Es mejor confiar
solo en uno mismo y en la propia intuición. Me refiero a las cosas más
importantes. Las que no tienen margen de error. Las que no se pueden
negociar. El propio universo emocional y sentimental. Los pensamientos en
crudo, sin filtro. Un hijo. Un proyecto. Un sueño, una obra. Algo de semejante importancia y magnitud solo
bajo la propia mirada puede estar. No se puede confiar ni delegar. Ni relajarse.
No creo en eso. Está sobrevalorado en exceso. A esta altura vendría a ser como
una utopía totalmente fuera de la realidad.
¿Hasta cuándo uno está dispuesto
a aceptar? O mira la vida de frente. Escribe con verdad. Habla con verdad. Las
verdades no pueden ofender ni dañar si son dichas de buena manera y con
cuidado. No deberían hacerlo por lo menos.
Se hace necesario establecer límites. Ordenar lo que se está dispuesto a
aceptar de la vida y de los demás y lo que no se está dispuesto a aceptar de
ninguna manera. Uno es libre y siempre está a tiempo de decir ”No acepto esto
para mí. No acepto esto de la vida bajo ningún concepto.” Y bajarse del globo
aerostático. Desandar parte del camino y hacerlo diferente. ¿Cuántas veces
hemos querido borrar páginas del libro de nuestra historia? A todos nos faltan páginas arrancadas. Y está bien. Nadie nace sabiendo. La vida es un
ensayo y error constantes. Lo pegajoso y estancado, lo que suena a muerte es querer seguir transitando por lo mismo. Por
pura comodidad y pereza. Por no aventurar el espíritu . Por no arriesgar y
jugarse todo en una apuesta. Con tibiezas no se hizo el mundo ni las grandes
cosas. Por suerte hubo un Einstein. Un Edison y un Gutenberg. Un Hanneman o un Edward Bach.
Una Coco Chanel. Que no se conformaron. Se rebelaron y cuestionaron todo lo
establecido. Cambiaron el mundo literalmente. No me los imagino descansados en
alguien o dejándose conducir.
No creo más que en la propia fuerza. En las propias seguridades que hay que buscar, transformar y enraizar. Todo lo de afuera y todos son cambiantes y dependen de variables desconocidas. Lo único que no cambia es el propio mundo interno. Es lo único inmutable e incondicional. Solo en eso es seguro apoyarse.
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