jueves, 18 de agosto de 2016

Adorar



Es más que amar. Es casi como una debilidad.  Como un encantamiento. Una seducción muy distinta al amor común entre personas. Una bruma de  hipnotismo. Ver a través de ella hace que se pueda aprehender el alma de las cosas. Que los colores sean más vivos . Las inspiraciones más constantes y más reales. Este proceso alquímico no se elige. Viene solo como con vida propia, como una bendición. Trae la fuerza de mil hombres y no es capaz de producir daño alguno. Los sentidos de las personas pasan a percibir cosas puras y nobles . Pueden estar a la vista pero  no siempre se pueden ver sino a través de ese manto de estrellas y de luz. Como una pequeña vía láctea personal. 

Todos los artistas y poetas han tenido su sujeto de adoración. Como Lewis Carroll a Alice Liddell, que le inspiró a escribir dos de los libros para niños y adultos más leidos de la historia. A pesar de que no siempre se entiende la magia y sabiduría que sus letras impregnan.  Picasso a Sylvette David, su vecina. Van Gogh a su cuñada y de a ratos mecenas, cuyo nombre no recuerdo. Mario Benedetti a Luz, su esposa durante seis décadas. Horacio Ferrer a Lulú.

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