Los empedrados presagian la
primavera y vuelven a escuchar susurros de amor. Él le dice cuánto la ama y que
es única en su vida. Ella le dice que no le cree. Él le miente , pero sí la
ama. Ella en el fondo un poco lo cree . Otro poco no, pero no le importa porque
también sabe que la ama. Los naranjos se confunden y brotan las primeras flores
de azahar. Tan blancas y pequeñas, pero con un perfume tan intenso que de a poco impregna
todo. Aunque no quiera. Las calles y todas
las casas. La plaza, la iglesia y los colegios dormidos. Ella se
pregunta por qué las personas falsean tanto, por qué se mienten a sí mismas. En
la escritura, el corazón y el pensamiento. Pero recuerda que prometió menos preguntas. Entonces
hace como que se olvida y se aligera. Las palabras se quedan mudas de encanto en
el puerto. Dejan que los mástiles canten y bailen y le sonrían a la luna
amarilla. Casi anaranjada, como la luna de papel. El río, divertido y tranquilo
la refleja . También la ama. Igual que el asfalto, los peces y los gatos. O los flamantes enamorados, que absortos la contemplan mientras se mecen desde la proa del Oberon. Y se
duermen, rendidos, ante tanta belleza.
¡Como Horacio y Mimí!
ResponderBorrarLulú, Jorge. Era Lulú.
BorrarUsted lo ha dicho.
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