sábado, 24 de diciembre de 2016

Neurociencia



Sostiene que el amor atraviesa los mismos circuitos cerebrales que el chocolate y la cocaína.  Que activa las hormonas y neurotransmisores del placer.  Esto lo hace  obsesivo e irracional casi necesariamente. Recorre un viaje entre el placer de vivirlo y el dolor de su ausencia. Platón sin embargo, lo ubicaba en el corazón, pero con el mismo poder embriagador y compulsivo. Con las mismas alteraciones químicas, emocionales y espirituales. Un sueño febril generado por una combinación de oxitocina, dopamina y norepinefrina. Que inducen un estado de conciencia alterado clínicamente verificable.  Hacen sentir que hay algo mucho más grande y trascendente que nosotros mismos y nuestras preocupaciones sobre la existencia. Una noción de que hay algo que nos excede o nos rebalsa.

Ahora entiendo por qué no ha resultado sencillo dejarme alcanzar por Cupido. Necesito seguridad y confianza sin reparos para liberar oxitocina. O viceversa. Todo se reduciría a eso. Implicaría menos control personal, más relajación y apoyo en un otro. Altamente improbable. Gracias neurociencia por la ilustración.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Abel Pintos - La Llave

Amar en la noche de los tiempos



Y con lluvia. El sortilegio de Venus cobra vida y libera. Quita peso. Desafía confusiones y costuras dobles. Hace a un lado incertidumbres y sombras hilvanadas. Casi sin querer, como sin darse cuenta. Afloja cintas de seda, nudos y pesares. Desarma puntillas antiguas y nuevas amalgamadas. Descose una por una, todas las perturbaciones. Los broches, encajes y miedos. Suelta y embruja botones, sueños y suspiros. Un solo vestido que atesora risas y lágrimas. Emociones urdidas entre hilados de color rosa y bermellón. ¿Quién lo puede testimoniar? Una mesa y un árbol. Las rosas, las acacias y los jazmines. Todos enmudecieron de asombro por igual. En ese instante, que nadie sabe cuánto duró, el universo contuvo la respiración. La noche de los tiempos terminó en una madrugada de lluvia, entre un vestido y esos hilos de color rosa y bermellón.

lunes, 12 de diciembre de 2016

Para qué (III)

Escribo (III)



Para ordenar las ideas. Organizar los recuerdos. Separar lo real de lo ilusorio. Para decantar una escala de valores. Reafirmarla o modificarla según resulte obsoleta o cooperadora. Para respirar. Escribo para volver a encontrarme. Para saber quién  soy. Y quien quiero o no llegar a ser. Para alumbrar los límites, las líneas que no se cruzan. Para desandar un camino. Desempolvarlo. Desmenuzarlo. Entender y avanzar de manera diferente. Intrépida, aunque segura. También escribo para desandar el camino que no se entendió. Algunas cosas no tienen explicación. Solo resta dejarlas ir. Para luego, un luego muy extenso tal vez…poder escribirlas. Escribo entonces para liberar. Cortar los hilos de  todo lo que pese para que el corazón se torne más liviano. Y los recuerdos, organizados sí, queden solo en las letras.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Magia del Fausto de Goethe



Magia que se vende. Que se compra y se paga. Magia de pantallas gigantes y de tecnología. Magia que da paz. Magia de fiestas y amigos ocasionales. O de siempre, pero muy ruidosos.  De relojes de moda, vestidos caros y falso glamour.  Magia de armonía.  Magia de viajes y vacaciones. De playas y jardines con pileta. Magia propicia para el amor. De casas en barrios cerrados. De hijos para llenar la libreta de familia. De hijos en guardería porque no hay tiempo para atenderlos. Magia que da  calma. Magia de mucho ruido para esconder silencios vacíos. De espejitos de colores. Magia que da tranquilidad.  De dinero y lujos. Magia espléndida para determinar con quien compartir la vida. La cama. Los sueños. Los miedos. Magia de comodidad. De mutuo oportunismo conveniente. Magia que guía al amor. Aunque vende el alma al diablo. Que intercambia amor por seguridad de una vida mundana, liviana y vacía. Magia comercial. Que se vende, se compra y se paga. Y cuesta.