viernes, 10 de marzo de 2017

Para qué (IV)



Escribo (IV)

Para moverme por el mundo con ilusión.  Suscitar cuestiones enriquecedoras que de otro modo no me hubiera planteado. Conocer una perspectiva diferente y un modo más interesante de ver las cosas. Para que salga a la luz una parte mía que sólo emerge además con muy pocas amistades. Una parte que me gusta y me hace reir. Para darme permiso de tener una visión poética de todo lo que me rodea. Porque escribiendo afino mi  corazón para que escuche mejor.

Para crearme una vida hecha a medida. Contarle al universo y a mi misma qué me gusta o no. Que me molesta o me produce placer. Qué me gustaría tener más o menos. Y al escribirlo, sin darme cuenta, lo que necesito aparece. Los pensamientos se aclaran. Reorganizo mi vida con la paleta de colores que prefiero. Escribo para tener una guía por donde transitar mis sentimientos. Incluso aquellos que en un principio parecían inabarcables.

Para enfocar en la lejanía lo que está por venir. Las personas, las situaciones, los acontecimientos. Entrecierro los ojos y veo qué me interesa con mayor claridad. La escritura juega conmigo y danza entre la realidad y yo como observadora. Aquello que  intento poner en palabras, ya existe por si mismo, es real. Yo solo lo absorbo, lo decodifico sin quererlo. Le presto atención. Así vivo y voy asimilando la vida. Si no lo escribí, para mi casi como que no existe.

Para transformar las heridas y amarguras en arte. Como un remedio, una cura. Casi como un proceso alquímico. De un estrecho y mezquino plano cerebral, paso a un espacioso y pacífico corazón. 

Para reescribir mi vida. Con observación, invención, curiosidad y miedo. Me puedo inclinar a favor de algo y cooperar para que se produzca el cambio que deseo. Puedo darle a los personajes de mi obra los papeles que quiera. Permitir que el amor cambie de cara, de guión y hasta de reinventarlo para que tenga otro final. Elegir alguna de las infinitas posibilidades según el cuento que me quiera contar y la vida que quiera vivir. Puedo reeditarla. Cambiarle el vestuario, el diseño escenográfico, una banda sonora nueva. Hasta estirarle más capítulos o temporadas nuevas y terminarlo en el momento justo. Bajar el telón y volver a subirlo cuantas veces quiera.  Puedo escribir para configurar la obra, mi obra a medida que avanzo. Como una reunión de producción en la que vemos donde estamos, qué funciona y qué no y hacia dónde queremos ir. Entonces le puedo imprimir velocidad, cambiar de dirección, quitar o agregar personajes, extras o figurantes. Escribo y adoro este revuelo de creatividad. Recorrer el espacio escénico y decidir hacia dónde ir. Si quedarme cómoda en el centro, ir hacia los laterales un poco oscuros o estar siempre rozando el borde del escenario. El bordecito siempre es tentador. Es una aventura que elijo verla según  las palabras que use. A menudo ni siquiera sé con antelación hacia dónde va. Hasta que se escribe sola. Y ahí me doy cuenta.    

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