martes, 14 de marzo de 2017

Anfítrita



Teniéndolo  todo y más de lo que hubiera soñado, se dio cuenta de que no tenía nada. Quiso dejar espacio para que su brillo y su frescura volvieran a aparecer. Entre susurros de miedo sin nombre, huyó justo antes de su boda con Poseidón. Los silencios le hablaron y su corazón quedó embriagado de libertad. Sus dones y su belleza se habían  tornado obsoletos. Ya no le interesaban ni podía nadar en ellos. Como si fuera otra ninfa, pero no de su mar. Quiso dejar espacio para el misterio alejándose del desgano, la seguridad y la comodidad que le daba ser la esposa del dios griego del mar.  Los espacios vacíos suelen ser necesarios para permitirse ser lo que uno es. Dejó de llenarse con cosas que creía que necesitaba. Que le quitaban paz, aunque nadie lo notara.  Ni siquiera Poseidón.

Pero fue traída de vuelta por un delfín. Entonces aceptó sin comprender, sin esperar y sin especular. Cambiaron sus enfoques y  prioridades. A qué le dedicaba su tiempo y de qué manera.

Anfítrita viaja sobre las olas como Señora de los Mares, montada en una carroza. El delfín fue condecorado en el cielo en forma de constelación

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