En la realidad. Sin tratar de
entender el ayer. Sin pensar cómo será mañana. Disfrutar de la música que estoy
escuchando ahora y de mi té de jazmín y menta. No apurarme a terminar mi diario
como pretendí en algún momento. Le quedan pocas páginas antes de empezar el
próximo. Escribir con todos los colores y detalles que me plazca. Elegir la
pluma. Disfrutar estos últimos detalles. Hasta puedo garabatear pequeños
dibujos en los márgenes. O pegarle una linda hoja de otoño color granate. Así
me queda un recuerdo más vivo de estos días. Me toquen alegrías o tristezas. No
desestimar las primeras y tampoco rehuir o apurar las últimas. Aprender a
aceptar y celebrar cada cosa como se presente. Sea una lágrima o una risa. No
apurarlas aunque tampoco estirarlas. No es sencillo, pero es sabio, creo. Que
si termino de incorporar esto, habré vuelto a encontrar mi paz, mi equilibrio y
mi armonía.
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