sábado, 17 de junio de 2017

La duquesa (y su acto de amor más grande)




“Como se arranca el hierro de una herida, su amor de las entrañas me arranqué. Aunque sentí al hacerlo, que la vida me arrancaba con él” Gustavo Adolfo Bécquer


Es sencillo soltar aquello que nunca se quiso quedar. Lo difícil es tomar conciencia y decidirlo. Insano es conservarlo. Dedicarle escritura, tiempo, pensamientos, sueños y emociones. El amor es ciego y sordo hasta que deja de serlo. Desde un principio fue un amor unilateral de la duquesa hacia Sir William. Fragmentado. Él no hizo nada para fomentarlo. Por el contrario, la ha  desalentado cuanto ha podido aunque sin perder su gentileza característica. Pero el corazón de la duquesa es terco y apasionado, al punto de ser este el que decide antes que su cordura intelectual. Solo cuando se le hizo tan pesado este amor, sintió que era inútil sostenerlo. El amor es liviano, liberador. Trae paz y felicidad, aún en medio de dificultades. Es  recíproco. Sir William nunca iba a hacer nada, era evidente. Las expectativas siempre fueron nulas, inexistentes.  No se puede hacer lo que no se siente, lo que no nace con espontaneidad. Ratitos quebrados o partidos nunca iban a ser suficientes. La duquesa lo sabía. No sirve para eso. Recién ahí su corazón lo pudo desterrar. Como suelen hacerse estas cosas, de una sola vez. Sir William murió, y ella un poco con él. No habrá más cartas, ni más cuentos de sus aventuras en el condado. Ni pensamientos, ni tiempo dedicado. Hasta los espíritus que rondan los  sueños y la misma Reina Mab que a veces se cuela,  ya se dieron cuenta también y se tornaron  confusos, raros, indefinidos. O si son claros, pueden ser un poco tristes. Todavía quedan algunas páginas en blanco en el libro de la noble europea, pero ella ya querría terminarlo pronto y empezar otro. Más liviano, más luminoso. Capaz de  devolverle el brillo que se le fue perdiendo, no sabe bien cuándo ni en qué pueblo en el camino, pero se le  perdió. ¿Será cuestión de tiempo? El caballero del condado estará tranquilo, que ya no va a ser llamado ni en sueños. ¿Sería eso al fin, lo que él quería? Seguramente. Siempre lo hizo notar. Aunque un corazón enamorado ve lo que su ensueño le permite. La duquesa tiene un espacio vacío. De a ratos puede entristecer, pero comprende que es necesario. Ya se siente más liviana y en paz.  Sabe que de a poco, con el tiempo, todo va tomando su lugar. El vacío es necesario para que nazcan nuevas, buenas cosas. Amores, cuentos, personajes, luces. Pasiones, intereses, emociones nuevas. Desprenderse de aquello que no se quiere asir es un acto de amor. Pero sobre todo de amor con uno mismo.

 Y así ...termina esta historia de amor desafortunda de la duquesa y su Sir William.

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