“Como se arranca el
hierro de una herida, su amor de las entrañas me arranqué. Aunque sentí al
hacerlo, que la vida me arrancaba con él” Gustavo Adolfo Bécquer
Es sencillo soltar aquello que
nunca se quiso quedar. Lo difícil es tomar conciencia y decidirlo. Insano es
conservarlo. Dedicarle escritura, tiempo, pensamientos, sueños y emociones. El
amor es ciego y sordo hasta que deja de serlo. Desde un principio fue un amor unilateral
de la duquesa hacia Sir William. Fragmentado. Él no hizo nada para fomentarlo.
Por el contrario, la ha desalentado
cuanto ha podido aunque sin perder su gentileza característica. Pero el corazón
de la duquesa es terco y apasionado, al punto de ser este el que decide antes
que su cordura intelectual. Solo cuando se le hizo tan pesado este amor, sintió
que era inútil sostenerlo. El amor es liviano, liberador. Trae paz y felicidad,
aún en medio de dificultades. Es recíproco.
Sir William nunca iba a hacer nada, era evidente. Las expectativas siempre
fueron nulas, inexistentes. No se puede
hacer lo que no se siente, lo que no nace con espontaneidad. Ratitos quebrados
o partidos nunca iban a ser suficientes. La duquesa lo sabía. No sirve para
eso. Recién ahí su corazón lo pudo desterrar. Como suelen hacerse estas cosas,
de una sola vez. Sir William murió, y ella un poco con él. No habrá más
cartas, ni más cuentos de sus aventuras en el condado. Ni pensamientos, ni
tiempo dedicado. Hasta los espíritus que rondan los sueños y la misma Reina Mab que a veces se cuela, ya se dieron cuenta también y se tornaron confusos, raros, indefinidos. O si son
claros, pueden ser un poco tristes. Todavía quedan algunas páginas en blanco en el libro de la noble europea, pero ella ya querría terminarlo pronto y empezar otro. Más liviano, más
luminoso. Capaz de devolverle el brillo
que se le fue perdiendo, no sabe bien cuándo ni en qué pueblo en el camino,
pero se le perdió. ¿Será cuestión de
tiempo? El caballero del condado estará tranquilo, que ya no va a ser llamado
ni en sueños. ¿Sería eso al fin, lo que él quería? Seguramente. Siempre lo hizo
notar. Aunque un corazón enamorado ve lo que su ensueño le permite. La duquesa
tiene un espacio vacío. De a ratos puede entristecer, pero comprende que es necesario. Ya se siente más liviana y
en paz. Sabe que de a poco, con el
tiempo, todo va tomando su lugar. El vacío es necesario para que nazcan nuevas,
buenas cosas. Amores, cuentos, personajes, luces. Pasiones, intereses,
emociones nuevas. Desprenderse de aquello
que no se quiere asir es un acto de amor. Pero sobre todo de amor con uno mismo.
Y así ...termina esta historia de amor
desafortunda de la duquesa y su Sir William.
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