Cuando un artista termina una
obra, siente por un tiempo indefinido, una especie de vacío, de abismo. Puede
ser angustiante o por el contrario, motivador. “¿Y ahora qué pasa, qué sigue,
qué hay más allá, qué puede haber, qué podemos hacer?” Algo suena a empezar de nuevo, a hacer todo
distinto, a elegir de a una y de a poco las infinitas posibilidades que la
vida, la intuición y la creatividad puedan sugerir. Un diseñador, un regiseur,
escritor, pintor, actor…que cambia para siempre con su creación. Algo de él muere y algo permanece para siempre. Lo cierto
es que habrá un lienzo en blanco para empezar a bocetar. Hojas vacías y sin margen para experimentar y ver qué está
asomando con cuidado o con arrojo para
ser escrito. Muchos personajes fueron muriendo, o siguieron otro destino que
nunca conoceremos. A esos, que hablaron por sí solos, es mejor dejarlos volar. A
su suerte y a su voluntad. Soltarlos con
gracia divina y soñarles lo mejor.
Abrazar el espacio vacío, esa
soledad, la que no queríamos. Hasta el hastío puede ser necesario y benéfico. Despojarse de todo. De todo bien, de todo mal,
de deseos, expectativas y sueños. Permanecer vacío, desnudo y solo. En
silencio y sin esperar. Aquietarse. Estar en paz. Y de a poco , sin buscar,
luces nuevas surgirán. Siempre surgen luces nuevas si uno las sabe ver. Cuentos, guiones, pinturas, composiciones
musicales, amores, diseños innovadores, creaciones inéditas…van saliendo del
corazón con pureza y naturalidad. La mente no tiene lugar ahora. Suele
complicar y rebuscar lo sencillo. Destellos multicolores, nunca
antes vistos ni usados. Innovan. Hay que tener coraje y un espíritu entusiasta
y confiado para haberse sumergido antes en el vacío. Y para atreverse a disfrutar hacia adelante, de la magia de una
vida nueva. Con pasión y con alma. Sin apuro ni ansiedades. Casi sin darse cuenta, en un momento cualquiera, habrá llegado y se hará sentir.
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