viernes, 9 de junio de 2017

Espíritus de la tierra



La Madrecita cariñosa pertenece al género de los gnomos, guardianes de la sabiduría de los espíritus y del corazón. Es más vieja que la humanidad. Ha podido disfrutar el amanecer de muchos tiempos,  pero también ha sufrido la extinción de los mismos. Cuida los misterios femeninos, a su manera. Conoce los momentos justos y las ramas de la vida. Hila en cuevas subterráneas, tejiendo la alfombra de la existencia. Aparece de la nada, cuando se presentan situaciones nuevas, desconocidas , nunca antes vividas para un ser humano que no sabe qué hacer ni cómo. Esas que pueden agitar o turbar. Se sienta junto a la persona atribulada y pide signos de pureza en el corazón o alguna virtud latente. Mira si esa persona está preparada para atravesar la puerta al próximo nivel. Para poder librarla de todo peligro o riesgos.  Si alguien la llega a ver, desaparece. Pero luego vuelve a concluir lo que había comenzado: traer sosiego y calma. Armonía y reposo. Ella es serena, compasiva y sabia. Reconoce a los seres humanos, ve sus luces y sus sombras, pero no los juzga. Es la intermediaria entre dos mundos: la sabiduría del corazón y las aspiraciones egoístas. Puede poner pruebas a la fuerza y al valor. A veces solo son superadas con su ayuda, pues  requiere entre otras cosas, buena disposición, amor al prójimo, capacidad de sacrificio, respeto, compasión, confianza, capacidad de compartir y disposición para servir a los demás. Pide llevar a cabo  tareas, que si son realizadas, da por terminados los asuntos inquietantes y las molestias. En su lugar aloja paz y tranquilidad. Ella conoce todas las formas de vida y tiene en sus manos los hilos del destino.

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