Es una persona sensible y
pareciera con ciertas inquietudes espirituales y emocionales, aunque tampoco lo
manifiesta mucho. Se siente cómodo con la tilinga. La pasa más o menos bien y
se deja llevar. En ese dejarse llevar, ya tienen tres hijos y una libreta de
matrimonio. Es de algún modo lo que él quería. Un nombre. Una cuenta bancaria
centelleante. Un lugar en la sociedad. La casa con pileta y quincho en el mismo
barrio de todos. Y la de Pinamar. Los fines de semana son más o menos parecidos.
Cenan con amigos. Pescado semi cocido y rollitos de arroz pegados con algas
secas hidratadas. Dicen que les encanta el sushi, aunque ahora se les dio por
el ceviche. Y creen que tienen mucha onda. Cosifican su vida. Su cuerpo. Su amor.
Si, se llenan de cosas materiales y se inventan por un rato que se aman y son
felices. Él antes me daba pena , lo
creía de alguna manera enamorado. Ahora soy más realista. Me da vergüenza ajena.
El sabe perfectamente que ella es boba. Superficial. No se siente enamorado. Sabe que no
puede esperar mucho más que eso. No le importa. Decidió vivir su vida así. Lo sigue decidiendo cada
día que pasa. Transar con las comodidades y pequeños adornos cotidianos. De vez
en cuando parece que se quisiera zafar, volver a su centro. A tocar la guitarra que lo hacía feliz. A buscar
a la secretaria que una vez lo conmovió, aunque no tenía plata ni pedigree. Y piensa que va a tener que dejar la casa, la
mitad de su cuenta bancaria , la mayoría del tiempo con sus hijos y empezar
todo de nuevo. Entonces vuelve a dejarse seducir por las luces materiales y el bullicio de la tilinga. Que de última , no
es mala. Solo es vacía y hueca. Pero también sabe bien que todo no se puede. Entonces se tiran en el sillón y ven una nueva
temporada de series así tienen de qué hablar el fin de semana.
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