martes, 26 de abril de 2016

El contador



Es una persona sensible y pareciera con ciertas inquietudes espirituales y emocionales, aunque tampoco lo manifiesta mucho. Se siente cómodo con la tilinga. La pasa más o menos bien y se deja llevar. En ese dejarse llevar, ya tienen tres hijos y una libreta de matrimonio. Es de algún modo lo que él quería. Un nombre. Una cuenta bancaria centelleante. Un lugar en la sociedad. La casa con pileta y quincho en el mismo barrio de todos. Y la de Pinamar. Los fines de semana son más o menos parecidos. Cenan con amigos. Pescado semi cocido y rollitos de arroz pegados con algas secas hidratadas. Dicen que les encanta el sushi, aunque ahora se les dio por el ceviche. Y creen que tienen mucha onda. Cosifican su vida. Su cuerpo. Su amor. Si, se llenan de cosas materiales y se inventan por un rato que se aman y son felices.  Él antes me daba pena , lo creía de alguna manera enamorado. Ahora soy más realista. Me da vergüenza ajena. El sabe perfectamente que ella es boba. Superficial. No se siente enamorado. Sabe que no puede esperar mucho más que eso. No le importa. Decidió  vivir su vida así. Lo sigue decidiendo cada día que pasa. Transar con las comodidades y pequeños adornos cotidianos. De vez en cuando parece que se quisiera zafar, volver a su centro. A  tocar la guitarra que lo hacía feliz. A buscar a la secretaria que una vez lo conmovió, aunque no tenía plata ni pedigree.  Y piensa que va a tener que dejar la casa, la mitad de su cuenta bancaria , la mayoría del tiempo con sus hijos y empezar todo de nuevo. Entonces vuelve a dejarse seducir por  las luces materiales y  el bullicio de la tilinga. Que de última , no es mala. Solo es vacía y hueca. Pero también sabe bien que todo no se puede.  Entonces se tiran en el sillón y ven una nueva temporada de series así tienen de qué hablar el fin de semana.

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