…del barrio cerrado de Tigre. Se
casó con el que alguna vez fue mi contador. Tenían dos hijos y acaban de tener
otro. En realidad hace dos meses, pero ya le está buscando jardín maternal.
Esta tarde nos encontramos y me contó exultante sus últimos años. Ella cree que
somos una especie de amigas. Yo me limito a escucharla más que nada, para
después escribir esto. Hoy recordábamos la última vez que nos cruzamos en un
viaje a Río. Claro, cómo vamos a ser amigas si estamos en las antípodas… Ella
quería ir a un shopping de compras y yo preferí quedarme corriendo en la cinta
en un piso veinte frente al océano al atardecer. Para después ir al sauna,
dormir una siestita e ir a cenar. Ella comentó que yo era rara ,que cómo iba a
dormir a esa hora , que el shopping iba a cerrar. Ella tomaba solo champagne y
quería ir al restaurant que fueron los Rolling Stones . Yo me fui a caminar por
la playa con unas papas fritas y una caipirinha de recuerdo por cada barcito
que pasé. Ella quería subir y bajar rápido del trencito que va al Cristo
redentor para ir a un tenedor libre y a
sacarse selfies a no se qué isla. Yo quería subir y bajar caminando del cerro y
que me llevara todo el día. Así y todo, parece que a la tilinga le quedó un
recuerdo de ese viaje como si fuéramos Thelma y Louise. Lo que más recuerdo de ella en ese viaje era su
impaciencia por entrar al free shop. Quería comprar golosinas y juguetes para que
sus dos hijos llevaran al colegio. Pero que en Argentina no hubiera , para que
todos los envidiaran. Esas fueron sus palabras. Para la tilinga la envidia es
un sentimiento halagador y constructivo.
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