domingo, 24 de abril de 2016

Para qué (II)



Escribo (II)

Sin ganas. Para justamente, tenerlas. Recordar lo bien que se sentía y volver a hacerlo. Escribir en la cama. Mientras escucho la lluvia y la sonata número catorce de Beethoven, Moonlight. Cuántas situaciones desgraciadas y sin amor tuvo que pasar para, sin embargo, crear algo tan bello. El arte es así. Los artistas son así. Son personas comunes que sienten las mismas emociones que sentimos todos. Pero tienen un don que les permite trascender ese barullo mediante una especie de alquimia o magia y convertirlo en algo que permanece vivo. Sin importar cuántos siglos pasen  y cómo cambie el mundo, aquello que emociona y resuena en los corazones sigue siendo lo mismo.
Escribir para no estallar en cinco mil cuatroscientos setenta y cinco pedazos . De impotencia y de malestar. Para no putear en todos los idiomas. En los universales, los oficiales y los más hablados. Escribir para que la realidad inevitable no abrume. Para ver si encuentro algún consuelo en mi que nadie más  puede dar. Para encontrar algo de coherencia y sentido. Escribir para colgarme de un hilo invisible que trascienda todo. Para ver que no hay nada  tan fantástico ni tan tremendo. Aunque ni yo me crea lo que escribo. Para aceptar que no sé cómo va a estar todo.  Que vuelvo a tener un millón de preguntas , de dudas y de miedos. No tengo todas las respuestas. No sé que hay por delante. Lo único seguro ahora es mi inquietud, este teclado, la lluvia y la música de Beethoven.

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