martes, 14 de junio de 2016

Arreglarse sola



1/

Anita Klein es autodidacta. Desde chica encontraba en qué entretenerse. Manualidades, pintar, leer, escribir, jugar a las muñecas. Le encantaba jugar con todas sus muñecas. Las vestía, las desvestía, les preparaba la cama, las llevaba a pasear. Les hacía ropa, les ponía nombres. Las hacía jugar, como si fueran personajes. Hasta les inventaba la voz. Cuando le preguntaban qué quería hacer cuando fuera  grande, ella contestaba muy simple: mamá. Nada de veterinaria, doctora, maestra de escuelita rural, astronauta o locutora. Ella solo quería ser mamá. Siempre fue madura para su edad y muy responsable. Hacía con naturalidad muchas cosas, cada una a su tiempo y le salían bien. Su primer torta ( de chocolate) la hizo en el piso de la cocina porque no llegaba a la mesada y le quedó perfecta. Las vacaciones en casa de una de sus abuelas en Colonia eran su tiempo mágico. Jugaba en la quinta, aprendió mirando como se cuida una huerta, como se hace un cuadro, como se lija y se pinta un mueble con oro en polvo y extracto de cáscara de banana. A amasar tallarines y hacer el hojaldre para un pastel de crema. A hacer mandados y recorrer un pueblo entero en bicicleta. A entrar al bar del viudo Lima a comprar Crush y ni mosquearse con todos los viejos mamados a pleno mediodía. Viejos borrachos de pueblo un mediodía de febrero en 1980. Inofensivos y respetuosos. Chupandines, pero no insanos. A la tarde buscaba el pan francés  en lo de Nelly , una especie de Celia Cruz blonda, con catorce pulserotas gruesas que le llegaban hasta el codo. Y que a ella le encantaba hacer sonar cada vez que agarraba un pan. Nelly siempre decía que simpática era la nietita de Petit. Los citadinos en un pueblo no siempre caen bien. Pero Anita era simpática, conversadora, alegre y caía bien. Nadie nunca dijo que nena maleducada. La abuela Petit le enseñaba también a hacer las tareas hogareñas. En una casa en un pueblo de cuatro manzanas, no en un departamento. Una casa con quinta, huerta, despensa, quincho, techos altos, cuarto de huéspedes, mucho fondo, muchas plantas. La abuela le enseñó desde carpir malezas hasta lavar pisos, platos, pesar fruta para hacer dulces y conservas. Siempre decía lo mismo: “Así vos tengas quien te ayude en tu casa cuando seas grande, tenés que aprender a hacerlo vos, si no ¿como vas a poder dar indicaciones o saber si está bien hecho o no?” Y no se equivocó. También había tiempo para leer de la variada biblioteca del abuelo Orlando. Obras clásicas, Selecciones y muchas biblias y temas religiosos. Cuando venía Blanca, la mejor amiga de Petit, Anita le recitaba encantada el Salmo 23. Se lo sabía de memoria y le gustaba. Dicen que leía tanto la Biblia y había aprendido a buscar en el índice “donde encontrar ayuda si estás temeroso, angustiado, lejos del hogar, sintiéndose incomprendido, desalentado…etc", que la madre temía que fuera a ser monja. Sin embargo esta nena disfrutaba auto resolviendo sus inquietudes o necesidades espirituales o emocionales. Así, tan natural fue desde el principio, hacer las cosas sola y bien. Nunca nadie la ayudó en la tarea y fue abanderada. Aprendió observando lo que le agradaba. Lo que no , supo modificarlo y no repetirlo. Hasta esa lucidez tuvo. Las cosas le salían bien. Todos los demás también se acostumbraron y la dejaron. Es bueno que una niña no de mucho trabajo. Y cómodo, supongo. ¿Para qué cambiar algo si funciona bien?


2/

Anita creció y sigue haciendo todo sola. Cada tanto le dicen que es individualista como un reproche, pero luego la felicitan y dicen que la admiran por eso mismo. Sabe qué hacer y cómo. Es organizada y metódica para lo que es necesario, para la vida, la familia, la casa, el trabajo. La mayor parte de las cosas le siguen  saliendo bien cuando consigue realizarlas.  Ella no eligió eso. Se dio así. En una familia siempre hay alguien que parece ser más fuerte o menos necesitado. Otros parecen, en cambio, requerir más atención. En eso todas las familias se parecen. Aunque cada una a su manera y con sus particularidades. 


3/

Es agotador y tedioso no poder descansar. Sería maravilloso que pudiera delegar una partecita de algo en alguien, pero no. Ni siquiera los temas que debería llevar adelante un profesional. O varios, mucho peor. No ha resultado. No resulta. Es entre gracioso e irónico cuando le dicen que es excesivo todo lo que hace. Pero cuando ha pedido ayuda, casi nunca la tuvo. No porque no se la quisieran dar, sino porque cada persona tiene su propia vida y sus cosas de que ocuparse. Tal vez ni energía les queda o tiempo para algún tipo de contención emocional. Hubo días en que Ana estuvo desconectada de sus propias emociones por tanta angustia y preocupación. De exceso de cosas por resolver. Todas importantes. Ella no se queda tirada en la cama, ni llora abandonándose  a su suerte. Mucho menos anestesiarse o exaltar su espíritu artificialmente. Prefiere vivir todo con intensidad, como es y no perderse de nada. Aunque a veces no sea lo más sencillo. Hace lo que tiene que hacer. Y siempre puede. Claro que tiene sus costos. De pronto se marea, tiene náuseas, mucho frío o no come. Menos mal que algo le pasa, es un ser humano. Entonces ahí le vuelven a decir que tiene que pedir ayuda , que si no se va a enfermar. Es fácil cuando se ve de afuera, pero a veces no hay opción para elegir.  El día que se sintió vulnerable y desconectada, supo que solo una persona la podía traer de nuevo a ella misma. Pero no. No se pudo. Entonces volvió a arreglarse sola, es algo que conoce de memoria. Y a fortalecerse en esa vulnerabilidad. No lo eligió. Otra vez. Fue la única manera. Parece ser que es la historia de su vida. Tampoco se queja. Sabe que cada uno elige la vida que quiere vivir. Con las circunstancias que le toquen , con todas las alegrías o dificultades que hayan sobrevenido... Uno se puede quedar paralizado,  avasallado por una serie de sucesos desafortunados y asumir ese rol. O se puede  mirar la vida de frente y poner las cosas en su lugar. Dirigir la nave hacia el puerto buscado. Solo uno mismo lo puede hacer, con lo que vaya teniendo y vaya pudiendo. Lo demás, vendrá solo y caerá por su propio peso. A veces puede parecer que el suelo va a colapsar bajo nuestros pies. Pero no. No pasa. Al otro día sigue ahí y no sabemos ni como, pero nos sigue sosteniendo .

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