Disfrutar de la necesidad de
sentirse arropada para dormir sin que ello implique sacrificar la propia esencia.
Dormir en soledad no necesariamente significa conservar autenticidad e independencia. Dejarse abrazar
y abandonarse en los brazos de Morfeo puede ser nada más (y nada menos) que
relajarse por un rato, dejarse acompañar, dejarse querer. Dejarse. Liberarse de
respuestas prediseñadas y de planes fijos. Incluso, no tener plan. Adaptarse y
mutar según las circunstancias así lo requieran y un deseo profundo del alma
acompañe. Tener normas y límites propios, fabricados a medida. Resaltar la
femineidad bien entendida. Reconocer, aceptar y por qué no, agradecer que cada
individuo tiene sus propios modos. Para vivir e incluso para amar. No está mal
ni bien siempre que sea auténtico y coherente. Honesto. O tal vez esa sea mi
definición de bien y de mal. Que sea lo
máximo a lo que cada uno pueda llegar. En el rol que sea. Puede no ser lo deseado, lo soñado, pero es lo real. Y supongo que está bien así. No esperar. Asumirlo es parte de crecer. Amabilizarse con
el mundo. Me gusta esa palabra. Ser amable. Fluir con el mundo, con la vida. El
universo nos va mostrando los caminos posibles y hasta convenientes. Tener la
humildad y la valentía de seguirlos, a menudo a ciegas, es benéfico e inteligente. El
tiempo de pronto pasa ligero y la vida puede resultar corta. No obstinarse ni
pretender que la única verdad sea la propia. ¿Puede haber tantas verdades posibles
como personas? Concentrarse en lo que importa . Lo que eriza la piel. Lo que alegra
el alma. Lo que divierte. Lo que inspira. El fuego sagrado que motiva a crear algo más de belleza en el mundo. Podría ser tan sencillo como eso. Pasarla bien. Disfrutar. Y dejar
que el resto siga su propio curso. A fin de cuentas, la vida misma es quien
pone todo en su lugar.
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