Se pueblan de un vacío y una soledad
espeluznantes. Se siente una ciudad sin ella. Un mundo sin ella. Siete veces por
día un desmayo se quiere imponer. Pequeños puntos plateados salpicados en el
aire. Las personas se hacen más lejanas. Las palabras no salen. Cuesta pensar.
Cuesta todo. Las piernas tiemblan. Las manos a veces también. Siete veces por
día invaden todos los miedos del mundo. Todos. Hold your horses , viene en un
recuerdo. Que se repite veinte veces. A veces resulta, otras no. Los horses
están a punto de desbocarse. Pero no, no lo hacen . No pueden. Necesitan permanecer encarrilados para hacer lo
que es necesario hacer. Siete veces por día el llanto abruma, despedaza,
destripa, aunque no se quiera. ¿Cómo es que cambia tanto todo de repente? Siete
veces por día se piensa el plan A. Y otras siete ,el plan B. Asoman recuerdos de toda una vida. Como si el cerebro
y el corazón fueran un disco duro donde se van grabando recursos para ser
usados cuando se necesiten. Como el cuadro con el poema de Rudyard Kipling donde decía “Si puedes conservar la cabeza
cuando a tu alrededor todos la pierden…serás un hombre, hijo mío” Algo bueno
debe haber en ese esfuerzo de conservar la cabeza en un contexto revolucionado.
Siete veces por día las cosas cambian de sentido. Algunas dejan de tenerlo y
otras comienzan a tener uno nuevo. El mundo y yo no estamos congeniando.
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