martes, 4 de octubre de 2016

Belinda



Es mi hada madrina de verdad. Ciudadana de este planeta Tierra. Una de las personas que más entiende mi obrar y mi sentir. Me acompaña, me guía, me cuida. Conoce prácticamente todo de mí. Lo más luminoso y aquello de lo que soy capaz. Mis luces escondidas que, con mucha paciencia, trata de sacar a relucir. Conoce también mis debilidades. Mis miedos. Inseguridades. Autosabotajes. Qué me hace sentir muy vulnerable y no me gusta. Con qué bastoncitos me voy sosteniendo. Qué no me puede faltar. O que me desestructura. Creo que incluso todo esto hace que me quiera más y a esta altura, que me haya terminado adoptando, como ella dice. Es lindo que alguien conozca todo lo peor de uno ( o  por lo menos lo que uno considera como peor) y no se escandalice. No juzgue. No critique ni condene. O quiera imponer alguna receta mágica. Que si alguien las tiene, seguro es ella. Solo me va ilustrando y dando herramientas para que siga mi camino más luminoso. El que debe estar escrito en algún lado. Muy en el fondo, eso todos lo sabemos, aunque a veces no lo queramos ver. Me hace ver las cosas de otra manera, para que me despoje de patrones de pensamiento obsoletos. De estructuras mentales viejas y gastadas. De todo lo que impida avanzar. No es nada sencillo, hasta suele ser muy incómodo. Cada tanto le mando mensajes de S.O.S. pidiendo una buena dosis de polvo de estrellas. Es que lo desconocido da miedo. La inseguridad no es cálida, ni acogedora. Pero a veces es necesaria. ¿Sería bueno acostumbrarse y empezar a verla como una aliada? ¿Asumir los riesgos como sinónimo de aventura?  O de cruzarme con lo inesperado. De dejar espacio para sorprenderme. De confiar en los sueños y en la intuición. Y pensar con el corazón. O sea, más limpio, menos rebuscado. Más concreto y real. De algún modo, él sabe mejor cómo llegar a donde quiero ir.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario