jueves, 20 de octubre de 2016

Cura con las hadas del fondo del mar



Cuando un corazón se torna muy pesado se va precipitando hacia el fondo del mar. Es recibido por las hadas que allí moran y cuya misión es cuidar y sanar a los corazones fatigados. De hacer y esperar. De amar . Agotados de dolores  y descuidos. De desamor o apatía. Ellas intentarán vaciarlo y devolverle la liviandad perdida. Para que vuelvan a andar con gracia y fluidez en el mundo. Para que circulen en la tierra con libertad, con la misma sutileza que ellas en las aguas. Es cierto que las personas no mueren de amor, pero sí caen enfermas. No hay cura humana ni pócima celestial que pueda reparar un corazón que enfermó de melancolía y tristeza.

El proceso comienza con nueve días básicos pero nadie sabe cuando termina. Practican conjuros con velas celestes y lluvia de arroz. Limpian toda la oscuridad anegada dentro del pobre corazón. Miedos enquistados y pegajosos. Inseguridades  alquitranadas. Varias hadas se necesitan para quitar con cuidado una cantidad enorme de  agujas muy finitas, casi invisibles que se sienten en la piel y sobre todo en la espalda cuando hay mucho miedo y dolor. Es en el corazón donde en realidad se alojan, y es con paciencia y cuidado que allí también se desvanecen. El amor no deseado o no correspondido, o sea, el que ya no trae felicidad alguna, se arranca de una vez. No hay otra manera. En el momento se siente un poco que la vida también se va de las entrañas. Esto puede durar un instante o un lustro. Depende de las circunstancias por las que haya pasado, de la profundidad o sacralidad de ese amor  y de las fortalezas innatas. O de si hay mucho desgano o cooperación. Lo cierto es que finaliza el tiempo de pobres desesperaciones. De resignado abatimiento. 

La cura es linda. Pero también triste y duele como la muerte. El corazón queda vacío y desnudo. Despojado de todo bien, de todo mal, de todo. Solo y quieto durante un tiempo. Hasta que queda recubierto y protegido por una gruesa capa de luz dorada. Entonces sabe que ya es tiempo de volver. Ahora puede estar seguro y firme. Dispuesto a poblarse de belleza. De sueños desempolvados.  De música de arpas y violines. De colores vibrantes. A menudo desarrollan nuevos dones y habilidades, que por lo general tienen que ver con el servicio o las artes.

Es frecuente que habiendo sido curado el corazón, le falte coraje para regresar. Siga teniendo miedo y recuerdos pasados . Entonces puede decidir no volver. Quedarse en el fondo del mar y alivianar el peso de otros nuevos pobres corazones que vayan cayendo. O puede suceder también que dilate tanto su retorno que cuando al fin lo hace, ya no encuentra lo de antes. Sus seres contemporáneos han muerto y se ve forzosamente obligado a comenzar una vida nueva.

En todos los casos es necesario albergar  mucha fe, sueños nuevos y crearse un entorno favorable para no volver a enfermar.

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