Una mañana cualquiera el espíritu
se renueva. Otro tiempo nace. Suelta lo que se estuvo yendo solo. Lo que no
quiso ser. Suelta desde la necesidad que trae paz. Casi como por decantación. Movimientos que se acallan. Promesas de fuegos
que no llegaron a arder. Que se fueron
apagando solos. Por falta de aire, de motivación o de decisión. O simplemente
porque no tenían suficiente razón de ser ni mejor destino.
Dicen que las salamandras dan vida a setenta mil llamas por segundo. Para ello
utilizan antiguos conjuros de la época medieval. Muy pocas aprovechan la alquimia
de esta combustión espontánea e inexplicable y perduran a través de los tiempos. La mayoría
se apaga en un pálido y borroso intento que queda en el olvido.
Cambios que buscan otros aires. Otros
fuegos con chispas nuevas. Con mejores posibilidades. Sueños que aniden con
vuelo propio. Para cuidarlos. Dejarlos crecer y ver hacia donde quieren ir.
Para escribir con otras luces.
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