domingo, 24 de julio de 2016

Aprender a decir que no



Cuando alguien se ha acostumbrado naturalmente a un rol contenedor y motivador es difícil ser visto luego como un espíritu vulnerable.

Yo no fui dotada de una plenitud de recursos materiales y emocionales. Sí, los básicos. Pero todo lo demás lo fui aprendiendo y eligiendo. Los espacios vacíos los fui poblando de lo que sentía que necesitaba. Vocación, intereses, pasiones, arte. Deporte y diversión (hasta fui  tildada de frívola incluso por personas muy cercanas y muy queridas) Creatividad, afectos. Todos los vínculos afectivos que tengo reales, duraderos, los fui construyendo. Con tiempo dedicado mutuamente y con amor. Nadie me benefició con alguna cosa hecha o regalada.  Las fuimos haciendo  junto con las personas con las que nos acoplamos en la vida. En eso si somos todos iguales. Tenemos la posibilidad de elegir qué queremos vivir y construir. La decisión y la voluntad que uno ponga en ello es lo que determina el resultado, que además cae por su propio peso.  No siempre se entiende esto . Por lo general se piensa que una persona es fuerte o amorosa sólo por obra y gracia del Espíritu Santo. Por azar. Es más fácil pensar así. Minimizar el esfuerzo y el amor que todo esto conlleva. 

Hay momentos en que no sólo es conveniente decir que no , sino que es necesario. Estar en “modo ahorro” de energía. Física, emocional, espiritual y todos los tipos energéticos posibles que un ser humano pueda canalizar.  Es fundamental para poder reacomodarse y enriquecerse. Por uno y por el entorno. Para poder hacer todo de vuelta pero mejorado.

Puede suceder que no se entienda y hasta que sea causa de  molestias. Pero eso ya es responsabilidad de cada quien como vea las cosas y cómo elija reaccionar.

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