Tiene escudo de armas y no le
importa. Anda por la vida tranquilo, con sus jeans claros y la misma camperita
de siempre. Hace años que lo conozco y no cambió nada. Sigue con su cara de
nene y un mechón de cabello oscuro que le cae divertido sobre la frente. Tiene
pedigree y no necesita contarlo. Doña Miedos Abolengo, con quien tengo muchas
diferencias pero en esto tenía razón, siempre decía que la gente con “sello”,
según sus palabras, es la que anda más sencilla. Un jean y una remera son
suficientes. A diferencia tal vez, de algunos
descendientes de la nobleza europea que miran por encima del hombro y cuando
conversan, sonríen o no según cuan pura
sea la sangre de su interlocutor. Todavía creen que la monarquía, el linaje y
la aristocracia provienen directamente de Dios. El Conde de Orgaz no necesita
brillos. Vestirse a la moda a rajatabla y con telas llamativas. Usar joyas,
autos caros ni mucha tecnología. No necesita parecer, simplemente es. Una
persona sencilla, humana, sensible. Trabaja para el bienestar de las personas y anda en colectivo.
Su nobleza viene de su espíritu y de la grandeza de su corazón. Los que no son
nada, en cambio, necesitan parecer todo. Llenarse de cosas porque están vacíos.
Muchos brillos y marcas registradas …porque ni siquiera tienen estilo, necesitan
legitimarse con una marca renombrada que lo haga por ellos. Cuantiosos adornos
externos que traten de compensar la belleza y la armonía que no traen incorporadas.
Es tanta su verdadera pobreza que lo
que no tienen, lo compran. Y muchas veces les resulta. Hasta cierto afecto ficticio a cambio de comodidades y bienestar mundano. Son los burgueses modernos,
los nuevos ricos (aunque siempre existieron) cuyo dios es el Dios Dinero. Y también
miran y sonríen de acuerdo a su linaje. Son igual de pobres que los otros, solo
que con dioses diferentes.
Definitivamente mi expectativa en
cuanto a la nobleza de espíritu y a la grandeza del género humano está en
decadencia. Hablar de un corazón vacío, materialista, tibio, cómodo,
superficial… es hablar de la pobreza más
grande, más caótica y más desesperante de todas.
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