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Aparecen de muchas maneras en los
cuentos populares de todos los países. Hadas
de la corte o hadas tejedoras de destinos de la Alta Edad Media. Pueden ser
animales, el espíritu de un ser querido muerto o ancianas sabias. Otras veces los espíritus de manantiales, ríos
o montañas. Las hadas presentes en el bautizo son las preferidas de la mayoría
de los escritores de cuentos. Además de
las tres reunidas junto a la cuna
del recién nacido que escriben su camino y determinan el tiempo de su vida. El linaje de un hada madrina puede provenir de
dioses, elfos o enanos. Pero todas se preocupan de la misma forma por la moral
y por la evolución del carácter de sus
protegidos. Ponen a prueba su paciencia y su humildad para que amen
desinteresadamente y más allá de las apariencias, demuestren la profundidad de
sus afectos. Estas hadas, aunque tienen poderes, no solucionan todo con su
magia como la mayoría de la gente cree. El elegido tiene que ser receptivo a la
tarea de su protectora y esforzarse en utilizar bien sus dones. La conjunción
del poder de las hadas que marcan y
transforman el destino, más la virtud surgida del crisol de la prueba, hará
alcanzar la armonía y la felicidad.
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Hay otro tipo de hadas madrinas
que vienen como maestras sobreprotectoras. Enseñan mucho más que historia del
traje. O cómo pintar un pleno con acrílicos y sombrearlo con liner. Enseñan a ser prácticos en la
vida. A no perderse en el detalle y la perfección imposibles. A no quedarse en
el vacío porque no sale como quisiéramos. A hacer lo que se puede con lo que se
tiene. Hoy. Ahora. A sacar lo mejor de uno. A traspasar los propios límites. Cada uno claro, según
sus capacidades y su sensibilidad. Enseñan sobre todo a no ir dejando proyectos
y sueños por el camino porque nos pasen
cosas en la vida. ¿Hasta cuándo y hasta cuántas cosas vamos a dejar ir por un
momento complicado? ¿De cuántas nubes de colores nos vamos a bajar? Si hay algo cierto es que a todos nos ocurren
sucesos importantes que en algún momento
requerirán nuestra máxima atención. Entonces nos enseñan a ser flexibles con nosotros
mismos pero tampoco condescendientes. A perseverar en nuestros deseos más
profundos. En aquello que nos motiva a
levantarnos cada mañana y a acostarnos muy pero muy tarde. Nos enseñan a darle
poder a nuestro arte, cualquiera sea, con la propia individualidad. Con fe y
amor. No se alcanza un verdadero logro, un éxito personal por un atajo, por la
puerta del costado o por ascensor. Sino
con muchísimo trabajo, alegría y confianza. En uno y en el equipo que lo sostiene. Hasta que la turbulencia pase y el viento limpie y despeje. Y quede solo lo que debía permanecer en pie.
Como una especie de selección natural. Entonces nuestra hada madrina nos enseña a recibir aplausos con austeridad y
humildad. Con agradecimiento , sobre todas
las cosas.
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