miércoles, 21 de septiembre de 2016

Casi



Lo soñado está por cumplirse. Falta  poco. Sin embargo ese tiempo parece que fuera un lustro y que costara más que todos los pasos previos.

 Los duendes de Hyter, con su pequeñez y su insulso color arena se atreven a marcarme todos mis errores. Y mis defectos. En los últimos días sus ojos verdes se  me aparecen hasta en el jazmín paraguayo que perfuma desde la ventana. Me dicen qué no tengo, qué no soy y qué me falta. Me puedo hacer la necia un rato y hacer como que no me importa, pero la verdad es que sí. Consiguen que  se asomen todas mis inseguridades y miedos imaginados. Eso no es bueno. Yo solo cuando me siento segura y relajada en algún aspecto, puedo sacar lo mejor de mí. Ya me conozco. Pero ahora pienso en  todas las posibilidades que podrían ocurrir. Las he visto todas con claridad, desde el mejor escenario hasta el más pobre y lastimoso. Hasta ese peor incluso, es mejor que esta incertidumbre de los pasos previos y esta tentación a dejar todo así. ¿Para qué arriesgar tanto? ¿Por qué complicarme la vida pudiendo elegir algo más fácil? ¿Vale la pena tanto trabajo y esfuerzo? ¿Va ser redituable? ¿Y si no? ¿Me va a hacer feliz? ¿Qué necesito para que así sea? ¿Es real la motivación? ¿ Es amor lo que me mueve o es un objetivo material?

Yo misma me contesto que sí a casi todo. Que es amor puro lo que me mueve y me hace feliz en este proceso. Que si no es redituable no me importa y que vale la pena todo. Que me lo debo a mi y a ella. La luz que me guía y me acompaña. Que ya es tiempo de que siga su propia estela y su vuelo refulgente. Le agradezco y la libero. Ya lo puedo hacer. Entonces no me importan ni los duendes en el jazmín. Los mando de vuelta a Lincolnshire y me digo: menos, Florencia. Menos preguntas. Muchas menos preguntas.

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