Mi maestro quiere soltarme.No le hago caso porque enseguida se le pasa. Lo conozco bien. Pero al rato vuelve diciendo que con sus indicaciones me confunde. El atrevido propone que me tire al agua aunque esté fría y yo no sepa nadar. Igual me hago la sorda. Hace unos días escribió algo tan lindo sobre mí que me impactó. Todavía tengo mucho que aprender de él. Lo sé. Tengo cuentos para corregir, sueños para bordar , esperanzas difíciles de descoser y rearmar. Y no quiero hacerlo sola. No esto al menos. La que tiene que soltarse soy yo. Eso sí. Soltar la mano que dibuja, diseña y cose, tomar bien el arco del violín, aflojar el brazo, dejar los dedos en libertad. Resumiendo: le voy a pedir a mi maestro que al menos por un mes más no me libere que no estoy lista. Le voy a prometer que me suelto de una vez y para siempre, a ver si lo convenzo.
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