Era alegre y bien dispuesta. Le gustaba jugar
a los videojuegos con el hermano y los amigos, pero ella tenía los de Kitty. Disfrutaba de casi todos los
planes divertidos que le proponían. La escuché decir que le gustaban
los tostados con doble jamón y doble queso y los licuados. Otro día, la torta de
chocolate con esencia de almendras. Cuando se aburría de los juegos con los
varones, le gustaba mirar cómo se borda una muñeca. Y todo decía qué
lindo o no te preocupes , estoy bien. La última vez que fue a un cumpleaños,
ante la pregunta de “¿dulce sí, salado no?”, la mamá contestó que cualquier cosa, que a esa altura
comiera cualquier cosa , lo que ella quisiera. Se internaba cada tanto y era
costumbre para todos. Estaba unos días y volvía al colegio. Ella decía que se iba de spa, le gustaba
bromear con eso. Los sábados ,entre videollamadas con los amigos, se iba de
compras con la mamá. En su última internación, nadie se había dado cuenta de
que no habría otra. Hasta la tarde del 25 de agosto. Todos sus amigos la
querían y la cuidaban . Uno de ellos recorría las aulas del colegio acarreando fieles para
hacer cadenas de oración en la capilla. Hacía listas para ver a
quien le tocaba ir ese día. Y se indignaba si alguno llegaba a hablar en vez de
rezar. Hasta no hace mucho, tenía la foto de ella como cubre pantalla en el celular y en la
computadora. Todos los meses de agosto, cuenta cuantas semanas faltan y cuantos días para
el 25. Siempre dice lo mismo, que ella era la única que le compraba la
chocolatada que a él le gustaba.
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