martes, 25 de agosto de 2015

La nena que no está



 Era alegre y bien dispuesta. Le gustaba jugar a los videojuegos con el hermano y los amigos, pero ella tenía los de Kitty. Disfrutaba de casi todos los planes divertidos que le proponían. La escuché decir que le gustaban los tostados con doble jamón y doble queso  y los licuados. Otro día, la torta de chocolate con esencia de almendras. Cuando se aburría de los juegos con los varones, le gustaba mirar cómo se borda una muñeca. Y todo decía qué lindo o no te preocupes , estoy bien. La última vez que fue a un cumpleaños, ante la pregunta de “¿dulce sí, salado no?”, la mamá contestó que cualquier cosa, que a esa altura comiera cualquier cosa , lo que ella quisiera. Se internaba cada tanto y era costumbre para todos. Estaba unos días y volvía al colegio.  Ella decía que se iba de spa, le gustaba bromear con eso. Los sábados ,entre videollamadas con los amigos, se iba de compras con la mamá. En su última internación, nadie se había dado cuenta de que no habría otra. Hasta la tarde del 25 de agosto. Todos sus amigos la querían y la cuidaban . Uno de ellos recorría las aulas del colegio acarreando fieles para hacer cadenas de oración en la capilla. Hacía listas para ver a quien le tocaba ir ese día. Y se indignaba si alguno llegaba a hablar en vez de rezar. Hasta no hace mucho,  tenía la foto de ella como cubre pantalla en el celular y en la computadora. Todos los meses de agosto, cuenta cuantas semanas faltan y cuantos días para el 25. Siempre dice lo mismo, que ella era la única que le compraba la chocolatada que a él le gustaba.

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