Últimamente mi maestro Hemingway
y yo tenemos diferencias. No se llama así, pero me gusta inventar nombres. Es
su estilo y le queda bien. Ya lo convencí de que me conduzca otro mes más.
Sospecho que le estoy dando trabajo porque cada tanto pierde la paciencia y me
dice:” Te dije mil veces que no hagas tal y cual cosa. “A mi me hace gracia
porque lo conozco y le agradezco todo lo que me enseña. Entonces le escribo
entre paréntesis recto la palabra risas o risas estrepitosas. Si le llego a
escribir “jajaja” me dice que las redes sociales me deforman. Yo creo que me observa tanto porque en el fondo me tiene fé y ha leído cosas lindas mías. De
igual modo de repente comenta que algo quedó divino o bello y yo sé entonces que es bueno en serio. Es genial eso de la
honestidad brutal como él dice. No todo el mundo se banca la verdad. Yo sí y él
también. Aunque he conocido personas que me han dicho “hubiera preferido que no
me dijeras nada”. Está bueno andar tranquila por la vida. Poder hacerme cargo
de todo, pasado presente y futuro y poder decir:” Si ¿y?” Cuanta más sinceridad y coherencia posibles,
más libertad y más posibilidades para mi y para las demás personas. Así cada
cual decide mejor según su criterio, pero con absoluta conciencia de todo el panorama. Con Hemingway
nos llevamos bien por eso, entre otras cosas. Al principio era medio cauto
cuando me tenía que corregir , me preguntaba si yo me enojaba. ¿La gente se
enoja mucho o yo parezco enojona? porque no es el único que me lo dice. A lo
que yo le contestaba que no, que para eso estábamos trabajando y aprehendía
cada cosa que él trataba de transmitirme. Yo sabía que si alguien podía sacar
algo bueno de mi, era él. Por eso lo busqué. Muy distinto al último anterior
que tuve. Que lo quiero mucho pero no llegué a escribir ni dos hojas. No porque
él no fuera buen escritor y buen maestro, pero yo no era buena aprendiendo de
él. Hacíamos más tertulia de sábados a la tarde que otra cosa Igual han
surgido sincericidios magníficos. Pero por lo menos Hemingway no me franelea con
los pies por debajo de la mesa como hacía el otro .De repente en el medio de las cinco personas
escribiendo yo le gritaba que no fuera
pesado. No me gusta que invadan mi espacio si yo no quiero. Pero Hemingway es un
caballero. En algún momento lo voy a invitar a un bar a tomar whisky con poco
hielo. De esos bares viejos que a mi me gustan , pero con whisky bueno. No sé
por qué a algunas personas les parece raro que no tome Daiquiri o un trago
femenino. No me agradan. Los hombres son mejores para divertirse. En términos
generales, claro. Siempre tuve más amigos hombres. Salía con el que fuera mi
novio y todos sus amigos así que quedé bastante inmunizada. O con mis
amigas y sus novios. Robert, el novio de Pato, más grande que nosotras nos
enseñó a tomar buen whisky. Así que un día de este año le voy a decir a
Hemingway que vayamos a un bar a por unos tragos y unas cuantas horas de
conversación. Yo me disfrazo de Zelda Fitzgerald y jugamos a la generación
perdida. Seguro que va a haber ideas interesantes. No pensará que mi
intención es un romance, pero por las dudas lo aclaramos antes. Esto de
honestidad brutal está bueno para todo. Por lo pronto, a él no le gusta mi tipo de magia. Ni Mab ni Oberon ni Titania ni mitología celta. Ni galeras y
conejos. Solo la magia cotidiana. Yo ya le expliqué que galeras y conejos no,
pero las otras si. La de Shakespeare, Yeats , Rubén Darío y Tolkien además de
la cotidiana. Pero me parece que no me cree del todo. Así que antes de que se
me retobe de nuevo, lo voy a tener que convencer de que si creo en la magia de
todos los días.
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