Entre tantos objetos de atención importantes y
necesarios, es preciso establecer un orden de prioridades. Invertir tiempo y
energía en lo que es benéfico. En lo que suma. En lo que ayuda a crecer, a
desarrollarse. En lo que permite ser la mejor versión de uno. Mirar la vida de
frente, poner las cosas en su lugar. De a poco o como sea, pero hacerlo.
Valorar nuestros dones. Todos los tenemos. Aquellos que nos hacen distintos,
eso que somos o que hacemos que nadie más se puede apropiar. Es hasta una obligación
moral con el mundo y con uno desarrollarlos, no dejarlos en el olvido. Por un
tiempo dejar la seguridad. Incomodarse, sí, para poder desplegarse y crecer. Amigarse
con el vértigo y un poco con la ansiedad. Darle muchos besos a los grandes líos
hasta desarmarlos. Abrazar las resistencias , agradecerles por las instancias
en que nos ayudaron a mantener la calma…pero mandarlas a su cucha. Muchas cosas van a perder importancia y otras cobrarán un sentido nuevo. Como si todo lo
vivido nos hubiera estado preparando para esto diferente que comienza. Hay
tiempos para todo. Solo hay que saber reconocerlos para darles lugar. Desarmar
todo, hacer un gran lío y que el orden nuevo se encuentre solo.
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