1. Las cartas de vida son regalos.
No se piden ni se esperan. Se leen con los ojos entrecerrados para ver mejor.
Reposan debajo de la almohada. Guían. Alumbran. Clarifican. No sólo para un
momento, sino para varios.
2. Las cartas comunes sí se
esperan, aunque tampoco se piden. Se esperan aunque no lleguen. Y se mueran con
la ausencia. Nacidas de la costumbre, un día pasaron de moda. Ya no son
esperadas ni buscadas. No son. No van a llegar porque nunca fueron escritas.
Las palabritas sueltas que quedaban se dispersan y se esfuman en el vacío.
3. El día entero fue como un
asunto que no terminó de arrancar. Ni verano ni otoño. Anita Klein se fue a
dormir con su camisón bordado y bajo la almohada, las cartas de Pedro que no
combinan. Su prosa es descuajeringada, destripada, deslucida. Sin
mucho arte. Algo cautiva en la combinación que no combina. ¿Será que es más
real?
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