Son una de las fuerzas creadoras
más potentes. Sobre todo en épocas determinadas de períodos evolutivos. De una
persona y de la humanidad. No siempre es época de palabras, pero ahora sí. La
parte más real de una persona llega a través de ella. Determina. Lo
escrito en papel queda grabado. No a través de una tecnología hueca de información. Uno
no es una cuenta de mail o un usuario de redes sociales. Que comparte fotos o
mensajes prediseñados. Uno es lo que dice, lo que transmite. Que lo hace único.
Con temores, vulnerabilidades, alegrías, placeres, deseos, sueños… La palabra
bien usada crea. Acerca al mundo espiritual. Acorta distancias entre las personas.
Cada letra tiene una determinada resonancia vibracional con el universo. Además puede sonar lindo o feo. Tanto en la palabra como en la acción hay un
componente estético siempre. Algunas son bellas sin ser bonitas. La belleza
reside en su veracidad y en su pureza. Una bonita pero irreal o falaz
es sucia, carece de toda gracia. Como si fueran llamas. Desde las llamas buenas se puede ver el mundo de las nubes. La palabra bien conformada, bien usada,
cura. Trae orden en el aire y en la luz.
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