El hada de la luna fue extraviada por los will ´o the wykes. La envolvieron en una capa oscura de terciopelo y la confundieron. Mientras trataba de
caminar, se tropezó con una piedra que rodó bajo sus pies. Una rama
de sauce sumergida le enredó las muñecas y la hizo caer en una ciénaga. Todos los horrores reptantes se congregaron a su
alrededor y la enterraron bajo la gran piedra. Los malos espíritus la vigilaron
para que durante nueve días no brillara en el cielo. Entonces muchas cosas
cambiaron. Hubo frío donde debía haber calor. Corazones débiles. Noches
interminables sin brillo y sin amor. Momentos que no se salvaron por falta de
fé y pasaron de largo. Sentimientos fuera de espacio y de tiempo que se
ahogaron solo en el comienzo. Teatros vacíos con pianos solos y desafinados en
un rincón.
Necesitó que alguien pronunciara los
encantamientos en silencio, de forma inaudible
para los hombres. Solo así se pudo liberar , expulsar a los siniestros bogles y elvarse a los cielos. En el firmamento
oscuro por fin hubo luz y de a poco el orden se fue acomodando. La marea limpió
y arrastró todo lo que encontró. Piedras, vidrios pulidos y hasta pactos,
sueños y conquistas perpetradas. Se preguntó cuál era su augurio, su destino y
su fuerza. La vulnerabilidad llegó descuidada pero se hizo más fuerte y segura.
Los juegos y los sueños se despabilaron. La tranquilidad también reapareció,
aunque no como antes. Exigida, cansada de ser puesta a prueba encontró la forma
apenas de un entendimiento apacible. Pero las camas frías se rebelaron a su
suerte. Se preguntaron cuál es la vida media del amor y se estremecieron. Explotaron
en un millón de átomos.
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